JOSÉ ÁNGEL MARINA GIL
Hoy vamos a empezar una singladura a través de la Historia que nos sumergirá en un mundo fascinante, mundo en el que trataremos de desentrañar los enigmas del pasado y en el que llegaremos a evocar la materia imperceptible de la que se nutren los sueños. El Portal de la Historia es la nave que nos llevará a explorar los rincones más recónditos e insondables que subyacen en el inconsciente colectivo.
Nuestra travesía por las procelosas aguas del misterio dará comienzo con una de las obras más emblemáticas de la Antigüedad, la Diosa o Señora de las Serpientes (también llamada Diosa o Señora de los Animales). Nos encontramos ante la pieza escultórica más famosa del arte minoico, el cual se desarrolló en la isla de Creta hace más de 3500 años. Esta obra, que pertenecía al santuario del Palacio de Cnosos, fue descubierta en 1902 por el arqueólogo británico sir Arthur Evans. Labrada en loza de fayenza, y de unas dimensiones muy reducidas, ya que mide tan solo 29,5 cm de altura, se encuentra depositada en el Museo Arqueológico de Heraclión, en la isla de Creta.
La documentación arqueológica presente en las pinturas murales al fresco de los palacios y en los exvotos depositados en los santuarios, sobre todo el de Cnosos, confirma la presencia en la Creta minoica de la imagen de una figura femenina con diferentes atributos, la cual podría tratarse tanto de la Gran Madre, Maza, con múltiples advocaciones, como de diferentes divinidades, pero básicamente similares en su función, la de protectoras de la vida en todas sus facetas: diosa de las serpientes ‒por su asociación con los ofidios, representantes del mundo ctónico o subterráneo, que apunta la conexión entre la Gran Diosa y la tierra‒, diosa de la fieras o Potnia Theron ‒como diosa de la naturaleza y de los animales‒, Britomartis o diosa de las montañas y de la caza, acompañada de sus palomas (más tarde se asimiló a Artemisa), Ilitía o diosa de los partos. En otras ocasiones, esta diosa se representa como kourótrofos, es decir, portadora de un niño, con los rasgos propios de la fecundidad y la maternidad.
La Diosa o Señora de las Serpientes estaría asociada normalmente a la diosa de las fieras o Potnia Theron, diosa de la naturaleza y de los animales, aquella divinidad femenina suprema que revela sus arcaicas raíces paleolíticas. Como divinidad femenina suprema, la diosa Maza cretense se convirtió, tras la invasión de los dorios, hacia el 1100 a.C., en las diosas olímpicas Hera, Afrodita y Artemisa. Se trata, en todo caso, de una diosa madre prehelénica cuyo culto estuvo firmemente arraigado en el período Heládico, que caracteriza a la Grecia continental durante la Edad del Cobre y la Edad del Bronce y cuyas ramificaciones se extendían a las islas Cícladas del Egeo y a la civilización cretense.
La Diosa o Señora de las Serpientes aparece representada bajo una triple vertiente: como diosa de la naturaleza, Madre Tierra y señora de las fieras y de los animales (en este último caso se manifiesta como tal tanto por las serpientes que porta en ambas manos como por la figura de un felino que aparece coronando su cabeza). Asimismo, podría tratarse de una sacerdotisa del culto a las serpientes, la cual se manifiesta en la magia y el poder taumatúrgico que ejerce sobre las serpientes que porta en ambas manos, símbolo del inframundo y de la naturaleza en su vertiente más salvaje, aún sin domeñar.
La presencia de los ofidios en esta magnífica escultura guarda ciertos paralelismos con los modelos egipcios, concretamente con el ureo o cobra sagrada, símbolo de la realeza y de la luz, que estaría consagrado a la diosa Uadyet (la señora del cielo), diosa protectora del Bajo Egipto, símbolo de la fuerza del crecimiento, de la fertilidad del suelo y de las aguas.
Esta imagen constituye un arquetipo de la fertilidad femenina que se manifiesta en un erotismo sensual muy refinado (de ahí el florido pecho descubierto), a la vez que ejerce un dominio absoluto sobre las fuerzas de la naturaleza. Asimismo, la Diosa o Señora de las Serpientes es el paradigma de la Diosa Blanca mediterránea. Sus raíces se asientan en la infancia de Occidente y supone el retorno a un mundo en orden que tal vez nunca existiera más que en el terreno de los mitos culturales y personales, pero que precisamente por eso, por nutrirse de la materia imperceptible de los sueños, acaba dotada con el más extraordinario poder de seducción.
A pesar del materialismo que caracteriza a la sociedad actual, aún queda un anhelo de espiritualidad que se manifiesta en el recuerdo de una Diosa Blanca mediterránea, artífice supremo de un sueño evocador que nos retrotrae a un pasado donde el misterio de la sacralidad femenina fue palpitante. ¿Conciencia de algo especial que quedó atrapado y aparentemente perdido en el tiempo? Algunos quieren recuperar lo originario femenino como necesidad del presente y acaso utopía del futuro. El debate está abierto y se discute razonablemente la validez de este modelo ginocéntrico y místico anclado en la historia.