FORTALEZA DE LA MOTA (ALCALÁ LA REAL, JAÉN)

JOSÉ ÁNGEL MARINA GIL

Perímetro amurallado con la Alcazaba y la Torre del Homenaje y, al fondo, la Iglesia Abacial

La actual Fortaleza de La Mota, recinto defensivo que se eleva a 1029 m de altitud, se asienta sobre el solar de un antiguo poblado ibérico desaparecido, sobre el cual se instaló un pequeño asentamiento romano.

            Bajo el reinado del califa cordobés Alhakén II (961-976), la Fortaleza de La Mota se va a dotar de una importante red de torres o atalayas que se erigieron para defender el territorio de las incursiones de otros musulmanes (hoy en día todavía subsisten 11 de las 15 atalayas originales, siendo 5 de origen cristiano y el resto musulmán). A raíz de la desintegración del Califato y su escisión en los primeros reinos de taifas, Al-Qal’a (en árabe, «el castillo») se convirtió en una plaza fuerte del Reino zirí de Granada (1013-1090), desde la cual se efectuaban numerosas incursiones contra territorios vecinos. En 1075 se produce un trueque de fortalezas entre los reyes de taifas de Sevilla y Granada. Alcalá pasa de nuevo al reino granadino y Estepa al sevillano, gracias al acuerdo entre ambos reyes, Abd’Allah de Granada y Al-Mu’tamid de Sevilla.

Recinto amurallado sobre un promontorio rocoso

En 1140, bajo la égida de la familia Banu Said, se va a convertir en una verdadera fortaleza. De todas formas, no será hasta la llegada del Reino nazarí de Granada cuando Alcalá se convierta definitivamente en plaza fuerte desde la cual se iban a efectuar numerosas incursiones contra Jaén y otras tierras fronterizas castellanas. Precisamente, entre mediados del siglo XIII y XIV se organizó un sistema defensivo de atalayas-vigía que controlaba la línea fronteriza fijada en el Pacto de Jaén (acuerdo firmado en 1246 entre el rey de Castilla, Fernando III, y el primer rey nazarí de Granada, Alhamar, por el que se fijaba la frontera entre ambos reinos).

            En 1340 el rey de Castilla Alfonso XI sitió la ciudad, que capituló, vencida por el hambre y sobre todo por la sed, el 15 de agosto de 1341. De hecho, los asaltantes, ante la dificultad manifiesta que entrañaba la conquista de esta fortaleza, idearon una solución expeditiva: arrojar cadáveres de perros en las galerías subterráneas donde se almacenaban cisternas de agua. Con esta estratagema, los sitiados, que estaban ya al borde de la extenuación, se rindieron y entregaron la fortaleza al monarca castellano. Este último, tratando de dar magnificencia a esta conquista tan espléndida, le otorgó el título de «Real» (desde entonces figura en su topónimo).

Alcazaba, con la Torre del Homenaje, e Iglesia Abacial, desde el Barrio Militar

Era tal la importancia estratégica que suponía la conquista de Alcalá la Real que el mismo rey Alfonso XI le concedió el título de «Llave, guarda y defendimiento de los Reinos de Castilla». Asimismo, en su escudo figura una llave, símbolo de la posición de este enclave estratégico. Alcalá pasó entonces a convertirse en uno de los principales puestos fronterizos de Castilla frente al Reino nazarí de Granada. Ello determinó el que fuera una ciudad adelantada en conseguir recuperar tierras y hegemonías, sirviendo de modelo para otras ciudades andaluzas. De ahí que a partir de este momento, Alcalá la Real se dotara de recintos defensivos muy avanzados y con una estructura urbana plenamente desarrollada, que incluía edificios como el Ayuntamiento, la Cárcel, casas y palacios, así como bodegas, neveros, carnicerías, botica, etc.

Por todo ello, en 1432, el rey Juan II, que tuvo en consideración el prestigio que había adquirido esta población, le otorgó el título de ciudad.

Hasta la caída de Granada, el castillo de La Mota tuvo generosas dotaciones de Castilla, que implicó la realización de algunas obras importantes, como el levantamiento de la llamada «Torre Nueva». Sin embargo, una vez conquistada Granada, la fortaleza se abandonó gradualmente y todo el sistema defensivo fue deteriorándose hasta culminar en el siglo XVIII, coincidiendo con el despoblamiento de la alcazaba por los arrabales del llano.

Trazado urbano medieval e Iglesia Abacial

Ya en el siglo XIX, las fuerzas francesas acondicionaron y restauraron la fortaleza, construyendo un muro que iba desde el alcázar hasta la Torre de la Cárcel, circundando la zona de ocupación, que incluía la Iglesia Mayor abacial. En 1812, al terminar la Guerra de la Independencia, la Iglesia Mayor, utilizada como almacén, fue incendiada, lo que provocó el desplome de la parte de la bóveda, y se provocó la explosión del polvorín que albergaba la Torre de la Cárcel, destruyendo gran parte de sus muros. El deterioro de la fortaleza se agravó como consecuencia de impactos de artillería en la Guerra Civil.

Tan solo desde hace varios años se han llevado a cabo una serie de restauraciones que han permitido al menos dotar a este conjunto monumental de una singularidad excepcional que se manifiesta fundamentalmente en su entramado urbano bajomedieval, del cual habría que destacar la calle Despeñacaballos, que aún conserva restos de pavimento original en espiga.

Torre del Homenaje e Iglesia Abacial, desde el Bahondillo

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