JOSÉ ÁNGEL MARINA GIL
Hoy vamos a visitar uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de Europa. Se trata del Sitio de los dólmenes de Antequera, en la provincia de Málaga. Lo componen 3 dólmenes: el de Menga, el de Viera y el tholos del El Romeral. Fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en octubre de 2016, junto a la Peña de los Enamorados y el Torcal de Antequera.
Vamos a empezar por el dolmen más antiguo. Ubicado en el Campo de los Túmulos, el dolmen de Menga, el más emblemático de todos ellos, sobresale por sus dimensiones ciclópeas. Es considerado el dolmen más importante de Europa y el único de la Europa continental declarado Patrimonio de la Humanidad. Su valor universal radica tanto en su monumentalidad como en su orientación anómala al enclave natural que le confiere un carácter sagrado: la Peña de los Enamorados.
El dolmen de Menga, que requirió de una ingente mano de obra, pertenece al tipo sepulcro de corredor vinculado a la tradición atlántica de dolmen de galería cubierta. Su antigüedad se remonta a 5.700 años. Sus dimensiones son colosales: su longitud es de 27,5 m, la cámara funeraria tiene 3,5 m de altura y 6 m de anchura, lo que supone que la última cobija pesa 180 toneladas, a lo que hay que añadir la presencia de 3 grandes pilares que se alinean a lo largo del eje longitudinal de la cámara, coincidiendo con la unión de las 4 losas de cubierta (recurso constructivo muy raro en el megalitismo europeo). Se compone de tres partes: atrio (8,5 m de longitud), corredor (15,55 m de longitud) y cámara (3,5 m de longitud). La estructura del dolmen se cubre con un túmulo de 50 m de diámetro.
El dolmen de Menga está orientado hacia una montaña, la Peña de los Enamorados, constituida como un auténtico monumento, mientras que el dolmen de Menga tendría la apariencia de un paisaje natural. Esta singularidad se pone de manifiesto, asimismo, en la orientación totalmente anómala de este monumento megalítico. Así, su eje central no se dirige hacia los ortos solares en el solsticio de verano, sino que estaría orientado hacia el noreste, es decir, al norte de la salida del sol. Esta orientación viene determinada por el eje que intersecta con la Peña de los Enamorados en un abrigo con pinturas rupestres, el de Matacabras, lugar sagrado para estas comunidades neolíticas.
Este ejemplo único de monumentalización paisajística en el dolmen de Menga viene a confirmar la plena integración que hay entre paisaje y monumento. Para entender su significado es preciso trazar una línea recta visual que pase por el eje de los 3 dólmenes, la cual concluye en esa imponente efigie rocosa. Su perfil antropomorfo determina, así pues, una orientación anómala en el contexto cultural de los monumentos megalíticos. Así, aparecen grafías neolíticas en el abrigo de Matacabras, situado en la Peña de los Enamorados, es decir, la parte de la montaña a la que mira el dolmen de Menga.
Otra singularidad especial que presenta el dolmen de Menga es que no se trata de un dolmen de carácter funerario ‒tal y como sucede prácticamente con la totalidad de los dólmenes megalíticos europeos‒, sino de un espacio sagrado que conecta con las fuerzas primigenias de la naturaleza. Esta circunstancia responde a que sus constructores y sus descendientes consideraron que esta estructura ciclópea era un centro de poder, del cual emana una fuerza espiritual que impregna no solo a ese monumento sino a todo el enclave que lo rodea. Se trataría, más que de un templo, de un santuario central que contiene una función ritual, insertado en un espacio en el que se realizan ceremonias propiciatorias a menudo relacionadas con la fertilidad de la naturaleza y los antepasados.
Una última peculiaridad excepcional del dolmen de Menga es que se trata del único dolmen de la Europa megalítica que contiene un pozo vertical de boca circular y de paredes verticales, labrado en piedra arenisca, excavado al fondo de la cámara. Tiene una profundidad de 19,55 m y un diámetro de 1,5 m. Lo más sorprendente de esta construcción radica no solo en que se halla en el interior de un dolmen megalítico sino que, además, está insertado en un espacio de naturaleza sagrada, y lo dota de un carácter especial. Esto se manifiesta en que sus constructores tuvieron en cuenta la longitud del corredor y de la cámara, los cuales miden 19,55 metros. El pozo tiene una profundidad exactamente igual, circunstancia que confirma definitivamente el carácter sagrado de este dolmen.
El segundo de los monumentos megalíticos del Campo de los Túmulos es el dolmen de Viera. Se trata de un sepulcro de corredor, conforme a la tradición atlántica de dolmen de galería cubierta. Datado hacia 2500 a.C., es el único de las tres construcciones megalíticas de Antequera que tiene una orientación canónica, en este caso hacia los ortos solares en los equinoccios. De dimensiones más reducidas que el dolmen de Menga: corredor de 21 m de longitud, 1,85 m de altura y 1,20 m de anchura y cámara sepulcral casi cuadrada (2,10 m de altura y 1,80 m de anchura). La estructura del dolmen se cubre, al igual que en el de Menga, con un túmulo de 50 m de diámetro.
El segundo recinto del conjunto megalítico de los dólmenes de Antequera viene representado por el tholos de El Romeral. Se trata del monumento megalítico más reciente de los antequeranos, en concreto, una sepultura megalítica datada hacia 1800 a.C. Su tipología difiere de los dólmenes de Menga y Viera, ya que conforma una construcción tipo tholos de tradición mediterránea. La misma presenta un corredor adintelado de sección trapezoidal de 24 m de longitud, fabricado con grandes lajas de pizarra y piedras pequeñas, que da acceso a dos cámaras circulares con la misma solución constructiva: falsa cúpula por aproximación de hiladas y cubierta en su clave con una cobija.
La 1ª cámara sepulcral del tholos de El Romeral, de 5,20 m de diámetro, presenta una desviación hacia la izquierda de 1,5 m, mientras que la 2ª cámara, de 2,34 m de diámetro, está conectada a la 1ª por un corredor rectangular que se desvía a la izquierda 0,50 m, la cual estaba destinada a las ofrendas que se colocaban en una piedra de altar empotrada a la pared donde se encontró parte de su ajuar funerario. La estructura se cubre con un túmulo de 75 m de diámetro y unos 10 m de altura.
La singularidad del tholos de El Romeral viene dada tanto por el tipo de construcción que representa ‒su tipología de cúpula por aproximación de hiladas es la más antigua del Mediterráneo‒ como por su doble orientación hacia la sierra de El Torcal (vinculación geográfica) y hacia los ortos solares en el solsticio de invierno (vinculación astronómica).
El valor universal excepcional del tholos de El Romeral estriba en su orientación anómala a la sierra de El Torcal, donde apunta a la mayor elevación de la sierra, el Camorro de las 7 Mesas, donde se ubica la cueva de El Toro (se instaló un asentamiento del Neolítico de carácter predominantemente ganadero, y llegó a disponer de algunos abrigos para pinturas rupestres). En concreto, se orienta a un acimut (punto más elevado en el cielo) de 199º, es decir, en el octante S-SO del horizonte, y es uno de los pocos ejemplos de orientación a la mitad occidental del cielo en la Península Ibérica.