JOSÉ ÁNGEL MARINA GIL
Hoy vamos a visitar una de las localidades más bellas de España, la cual la revista National Geographic la consideró en 2015 como uno de los 10 pueblos con mejores vistas del mundo: Montefrío. Situada en la comarca de Loja, en la provincia de Granada, fue declarada Conjunto Histórico-Artístico Nacional en 1982.
Estamos frente al castillo de Montefrío, el cual está situado en una peña sobre el núcleo urbano. Por su importancia histórico-artística excepcional es declarado Monumento en 1985 y como tal está protegido por la Ley de 25 de junio de 1985 y por el Decreto de 22 de abril de 1949 del Patrimonio Histórico Español.
Ubicado en lo alto de un escarpe rocoso, a 916 m de altitud, en una posición estratégica que controla el valle del río Milanos, fue erigido a mediados del siglo XIV, durante el reinado del sultán nazarí Yusuf I. El hecho de que el castillo de Montefrío estuviera ubicado en lo alto del promontorio, lo hacía casi inexpugnable. Desde aquí se dominaba todo el territorio a su alrededor, y era el encargado de vigilar el paso de los caminos que partían de Alcalá la Real hacia la vega granadina. Para elaborar el proyecto de construcción de la fortificación se llamó al alarife mayor (arquitecto mudéjar) de la Alhambra.
Estaba formado por 2 recintos amurallados, en el más bajo y amplio de los cuales se concentró la población civil hasta la conquista castellana, en 1486. Se extendía por la ladera del monte hasta el perímetro de las murallas. El acceso a los recintos se hacía a través de puertas en recodo que separaban y aislaban unos de otros. Existen en él restos de viviendas y un aljibe, excavado en la roca. La muralla de este recinto es de mampostería ripiada, con 6 torres: 3 de ellas en el lado sureste, de planta semicircular; 2 más en su cara sur, también semicirculares y una última, esta de planta rectangular, en el lado suroeste.
El recinto superior, militar, ocupado por la alcazaba nazarí, fue muy modificado tras la conquista, puesto que en él se situó la vivienda señorial, se consolida el fortín y se construye la iglesia de la villa. Permanecen en pie una torre, de planta cuadrada, en obra de mampostería, bastante modificada, así como restos de muros de sillería, aunque estos se atribuyen a época cristiana. En este recinto hay 2 aljibes: el de mayor tamaño, situado junto a la iglesia, es de obra de hormigón, con 3 naves cruzadas por otras 2 longitudinales, cerradas en su momento con bóvedas de ladrillo. El otro, mucho menor, está excavado en la roca, aunque existen restos de una bóveda. Hay, además, restos de una construcción no identificada con desagüe.
El Castillo de Montefrío pertenecía a la Cora de Elvira, y formaba parte del sistema defensivo de la última frontera de Al-Andalus: la del Reino de Granada. Esta defensa se planteaba como una red de fortalezas situadas en Montefrío, Moclín, Íllora, Colomera, Iznalloz, Píñar, Huétor Tájar y Loja, apoyadas por una serie de torres-atalayas, al estar situado en un punto de relativamente reducido ámbito de visibilidad.
La 1ª mención a este castillo procede de Ibn al-Jatib, en el siglo xiv. Tras la caída de las plazas de Íllora, Loja, Colomera y Moclín, se produjo, el 26 de junio de 1486 la rendición de Montefrío al rey Fernando el Católico. En esos momentos es cuando comienzan a denominarse villas a los castillos nazaríes conquistados. Tras la conquista pasó como señorío a manos de los Fernández de Córdoba, que fueron los que ordenaron levantar la iglesia y despoblar el recinto inferior.
En la fortaleza de Montefrío se localizan en torno a 30 viviendas excavadas, que formaban líneas paralelas a la muralla exterior del castillo y se comunicaban mediante varias calles. Los restos que podemos ver son las cimentaciones talladas en la roca natural. Las viviendas conservadas en la zona de la villa fueron excavadas en la roca, realizando recortes que eran utilizados como cimentación de la estructura sobre los que se colocarían muros de mampostería sobre los que se construirían techumbres de madera y cubiertas de teja, mientras que el pavimento se aislaría con cal.
Tras la conquista de Montefrío, los RRCC mandaron construir en el castillo una iglesia, como venía siendo costumbre en ellos al conquistar alguna fortaleza mora, terminándose las obras en 1507. Luego, entre 1540 y 1543 fue ampliada por el arquitecto Diego de Siloé, quien proyectó una iglesia en la que se aunaban soluciones góticas y mudéjarescon los repertorios decorativos del Renacimiento. La Iglesia de la Villa se inscribe dentro de las llamadas iglesias de las Siete Villas, todas ellas obra de Diego de Siloé
La fachada principal de la iglesia de la Villa de Montefrío, muy sobria, está dividida en 2 cuerpos horizontales separados por una cornisa. El superior con tan sólo una ventana de medio punto y el inferior con la portada misma en forma de arco de medio punto moldurado, descansando sobre pilastras; en sus enjutas, escudos del arzobispo Pedro Guerrero y por encima un relieve en piedra con la Encarnación.
La fachada lateral derecha está formada por dos cuerpos separados por una cornisa corrida a lo largo de todo el friso. La portada en sí, está conformada por un ordenamiento de pilastras dóricas de fuste continuo y capitel con ovas y dardos y las consabidas cabezas de clavos en el arco y por encima, un frontón recto.
La iglesia presenta una planta rectangular, de una nave y 2 capillas laterales, torre y capilla bautismal. La nave se divide en 4 tramos, los 3 inferiores iguales y el superior más largo, con tres capillas hornacinas a cada lado, con arcos de medio punto y moldurados. Sobre el arco de la 3ª capilla de la izquierda se abre un balcón. El interior de las capillas lleva la consabida bóveda de casetones rectangulares, adornados en la bautismal con las puntas o cabezas de clavos característicos de Siloé.
La bóveda de la nave es de crucería y sus nervios arrancan por encima de una cornisa, apoyándose en repisas con decoración escultórica de ángeles y conchas. La nave de la capilla mayor es de planta poligonal y el aparejo de los muros es de sillería. Se abre con un arco de medio punto levantado sobre pilastras, con medias columnas adosadas que descansan sobre plintos. Su fuste es estriado y el capitel corintio. La cubierta tiene forma de concha semicircular y está formada por 14 nervios.
A la izquierda de la capilla mayor se encuentra la sacristía a la que se accede por una portada adintelada y moldurada que por su estructura y decoración se asemeja a la de Ecce Homo de la catedral de Granada. Sobre su planta cuadrada y con bóveda de rosetones se levanta la torre, de planta rectangular y formada por 3 cuerpos más el campanario, al que se llega por medio de una escalera de caracol de 477 peldaños.
Según la leyenda, el 29-05-1766, festividad del Corpus Christi, cientos de fieles acudieron a la Iglesia de la Villa a escuchar misa, cuando de repente se formó una gran tormenta. En medio de un estruendo gigante, un enorme rayo cayó sobre la iglesia, rompiendo las vidrieras del templo y provocando que una piedra de grandes dimensiones se desprendiera de la bóveda, dejando un gran agujero, y fuera a caer justo encima de los fieles. En medio de la enorme polvareda que se levantó, los montefrieños se temían lo peor. Sin embargo, cuando salieron de la iglesia pudieron comprobar que no murió nadie, y solo un pequeño perro, llamado Sultán, gemía de forma lastimera porque el rayo le había cortado el rabo cuando entró al templo, asustado, para ver si le había ocurrido algo a su dueño. Los vecinos de la localidad realizaron una curiosa promesa, que aún hoy sigue perdurando: todos los perros del pueblo y sus descendientes tienen permiso (bula) para poder entrar a la Iglesia de la Villa, sin que nadie pueda echarlos de allí.
En el entorno de la ermita del Carmen está el antiguo cementerio de Montefrío, conocido como Panteón o cementerio viejo. Se conservan un total de 16 nichos o tumbas excavadas en la roca, que serían panteones familiares de la clase pudiente. Se sitúa extramuros de la antigua villa. Es posible que existiera ya a finales del siglo XVI; con toda probabilidad estaría en funcionamiento en el siglo XVIII y hasta finales del siglo XIX, cuando se traslada a varios kilómetros del pueblo. Los restos que había en los nichos fueron trasladados a su ubicación actual, evitando así epidemias y posibles enfermedades a la población que vivía en su entorno.
Estas tumbas están excavadas en la roca, abovedadas y enmarcadas por arcos dobles de medio punto, con las roscas estriadas. La profundidad que presentan es de 2 m, aunque varía según el caso. Su altura supera 1,5 m y su anchura es de algo más de 1 m. En algún caso aparecen varias tumbas unidas y comunicadas. Serían tumbas colectivas en las que se podrían enterrar hasta 3 difuntos, según se deduce de las marcas o rebajes a modo de ranuras realizadas en las paredes de las mismas. Existen otras más pequeñas, que serían utilizadas para enterrar a los niños, así como intentos por abrir otras sepulturas en la roca.
Asociada al cementerio se construyó a principios del siglo XVIII una austera ermita, la del Carmen. Este templo, citado ya en 1710, es de pequeñas dimensiones, de una sola nave, de planta de cruz latina, con cúpula sobre el crucero, y capilla mayor diferenciada tras un arco toral. La ermita presenta una orientación E-O, estando los pies situados en el lado este y la cabecera al oeste. El templo se cubre con tejado a cuatro aguas, cubierto de teja árabe. Su fábrica es modesta, realizada de mampostería y revestida de mortero de cal, aunque fue reparada a mediados del siglo XX con ladrillos y cemento.
La puerta de acceso a la ermita del Carmen se sitúa en un lateral. Se presenta a modo de un sencillo vano en forma de arco de medio punto abierto en el muro. A los pies del templo se abre un vano rectangular, que ilumina la ermita y encima se sitúa una espadaña con campana, coronada con una labrada cruz, realizada en rejería de forja. En los laterales del crucero se abren otros huecos que dan luz al altar.
Una vez dentro del pueblo llama la atención la cantidad de cruces que hay repartidas por toda la ciudad. Incluso en una de sus calles, la Calle Gracia, se han colocado cruces en casi todas las puertas de las viviendas. Se levantaron cruces en las entradas y salidas de los pueblos, en los entornos más cercanos a los templos cristianos, y en las calles por las que se hacía el Vía Crucis. Pocos son los datos históricos que se tienen sobre las cruces de Montefrío. Los historiadores piensan que fueron levantadas entre los siglos XVII y XIX. Las que podemos encontrar, en Montefrío, son de 4 tipos según su finalidad: humilladeros, conmemorativas, del Calvario y las destinadas a sacralizar un espacio público.
Las cruces que se colocaban en las entradas y salidas de los pueblos eran conocidas como humilladeros. Su función era la de alejar el mal. Hacían que sus moradores pidieran el auxilio divino al ponerse en marcha hacia sus labores agrícolas o algún viaje. En Montefrío solo queda en pie la Cruz Gorda. Otra, la Cruz del Jabonero, desapareció a finales de la década de los 60. Estas cruces cuentan con una cierta monumentalidad. Están constituidas por una gruesa cruz de piedra, sin ornamentos y con un pedestal, que se alza sobre una grada o escalinata. Los humilladeros no solo se colocaron en los puntos de entrada y salida de los pueblos, sino también en las intersecciones de los caminos, como la Cruz de Matute, la de Marcos, la de Tío Campos, etc. Algunos de estos ornamentos pétreos que podemos visitar a las afueras de Montefrío comenzaron a construirse desde mediados del siglo XVII.
La construcción de las cruces conmemorativas es más sencilla que la de los humilladeros. Suelen ser de piedra sin tallar, colocadas sobre un pedestal de tendencia piramidal. También se pueden encontrar sobre un pequeño montículo de piedras. Están levantadas para recordar algún familiar fallecido que estaba relacionado con el lugar, sin tener que haber muerto de manera violenta. Las cruces conmemorativas son las que más leyendas han generado. Entre ellas destacan la Cruz del Cortijillo o de Rifle, La Cruz Bajera y la Cruz de Linterna. De esta última se dice que la cruz, que ya no existe, se erigió en el lugar donde un muchacho, que iba alumbrándose con una linterna de mano, encontró la muerte de manera violenta. Posiblemente alguien le disparó porque malinterpretó las señales que hacía con la luz.
Las cruces destinadas a sacralizar un espacio público se construyeron tras la conquista de Granada, y así muchos de los inmuebles musulmanes fueron grabados con cruces. Su existencia obedece a un deseo de cristianizar el espacio y hacer que desaparezca el maligno influjo que pudiera existir. Este tipo de cruces, grabadas en la piedra, las podemos encontrar, entre otros muchos lugares, en la montefrieña ermita de Ruy Pérez. Las cruces de sacralización de Montefrío están ubicadas, por lo general, en las fachadas de las casas particulares o en lugares donde los vecinos de la localidad se solían reunir para los festejos, especialmente los dedicados a la celebración del Día de la Cruz. Entre estas cruces podemos destacar la Cruz de Muro, la del Cañadazo, la del Calvario, la del Portichuelo y la del Ventorro.
El 4º tipo de cruces de Montefrío son las del Calvario. Éstas marcan el camino y forman parte del Vía Crucis, que va desde la iglesia de San Antonio a la Ermita del Calvario. En un principio este recorrido tendría 14 cruces, una por cada Estación de penitencia. Muchas de ellas se han perdido con el paso de los años, pero aún se conservan unas pocas, las que van desde la 1ª a la 5ª Estación, y las de la 11ª a la 14ª.
Estamos delante de la fachada de la iglesia del convento de San Antonio, la cual se construyó entre 1737 1763 por el arquitecto de la Orden franciscana M. Nieto. El convento se consagró al culto de San Antonio de Padua, que fue fraile de la misma Orden y discípulo directo de San Francisco de Asís. Así prosiguieron las cosas hasta la desamortización de Mendizábal, normativa que hizo que los franciscanos abandonaran el convento. Éste se convirtió en iglesia parroquial y la casa de los frailes pasó a ser una casa de vecinos, hasta que pasó a manos de Ayuntamiento. Ha sido una panadería conocida con el nombre de La máquina.
Su exterior, de aspecto macizo, está formado de sillares de piedra caliza, destacando su torre cuadrada de 4 cuerpos, separados por cornisas y el campanario que lleva un hueco de medio punto en cada frente, rematado por un capitel de cerámica, y todo ello coronado por un tejado puntiagudo de tejas vidriadas.
La fachada presenta forma de retablo y se divide en 3 cuerpos: El 1º de ellos con portada de medio punto sobre pilastras decoradas en relieve, y en su clave el escudo de los franciscanos; terminan de encuadrarla medias columnas dóricas adosadas a dobles pilastras y por encima de los capiteles un friso decorado de triglifos y rosetones. El cuerpo central posee una ventana rectangular vertical y por encima una decoración de placado, a los lados columnas salomónicas de capitel corintio, adosadas a la pared por dobles pilastras. En lo alto dos ángeles y debajo de la ventana una guirnalda con 3 cabezas humanas. El tercer cuerpo se centra con una hornacina en forma de concha con una estatua de San Antonio de Padua, un frontón partido de forma triangular y, adosada a la pared, una cruz sobre basamento. Por último y coronando la fachada, un frontón en cuyos ángulos aparecen espirales en relieve.
Al entrar en su interior nos encontramos con una nave central rectangular y a ambos lados 3 capillas laterales comunicadas entre sí por pasadizos. Su alzado lo consigue por medio de pilastras dóricas sobre plintos.