JOSÉ ÁNGEL MARINA GIL
Hoy nos hemos desplazado a un lugar único en el mundo, la Acequia del Toril, cerca del Balneario de Alicún de las Torres, en el municipio granadino de Villanueva de las Torres. Se trata de una formación travertínica (de piedra caliza porosa), en forma de acueducto o muralla serpenteante, medio natural, medio humana, de una longitud total de 1,6 km.
Se formó por la precipitación y la sedimentación de las sales del agua, sobre todo carbonato cálcico, que circula con fuerza en estos parajes a una temperatura superior a los 35 grados. Los travertinos más antiguos tienen más de 200.000 años y 35.000 los más modernos. Lo que en tiempos lejanos fue una acequia a nivel del suelo y que se utilizaba para conducir aguas a un poblado paleolítico, se fue transformando en un acueducto, formado de manera natural, en donde el agua ha mantenido su nivel, a pesar de que el terreno bajaba en una suave pendiente. El agua ha autoconstruido su cauce. Este acueducto natural tiene unos 3 metros de espesor en su base y 70 centímetros en la parte superior y, en sus distintos trayectos, algunos lugares superan los 15 metros de altura.
Nos encontramos frente a una pared rocosa tapizada de vegetación surcada por un arco excavado en su parte inferior. Flanqueando el arco aparece el culantrillo de pozo, una formación vegetal que crece en zonas umbrías, donde rezuma el agua. Podemos observar unas estructuras esponjosas muy singulares, los denominados tapetes microbianos, compuestas de bacterias y algas, las cuales se han ido formando a partir del carbonato cálcico disuelto en el agua, al rebosar o rezumar el agua por los lados de la acequia. Los tapetes microbianos son los que le han dado una gran dureza al carbonato cálcico, formando sucesivas capas de travertino que se han ido acumulando hasta formar el acueducto, el cual crece unos 3 milímetros al año.
La porosidad de la caliza permite crear en las paredes del acueducto huecos como el que tenemos delante, que se asemeja a una hornacina de una catedral medieval que se ha quedado desprovista de estatua. Las formaciones travertínicas aparecen por doquier, siendo una de las más espectaculares el espolón rocoso que se alza ante nuestros ojos. En el lado sur de estas paredes aparece un endemismo vegetal y único en la zona, el Limonium alicunense, una planta halófila que al secarse el tapiz vegetal, crece bien en suelos salitrosos.
La presencia de actividades humanas en esta zona queda atestiguada por la necrópolis de época calcolítica de Baños de Alicún, cuyos dólmenes construidos hace más de 4.500 años se dividen en dos sectores. El primero de ellos se localiza en Haza del Toril, donde destacan por su monumentalidad las sepulturas 4, 5 y 6, siendo el dolmen 4 el más monumental de este conjunto. La mayoría de ellos son de planta trapezoidal y conservan la galería en distintos grados, mientras que la cubierta y el túmulo son las partes que más se han deteriorado.
Siguiendo nuestro camino llegamos al cauce seco de la acequia, desde donde se divisa un tramo del valle del río Gor, un profundo y estrecho cañón de 30 km de longitud que corta a cuchillo las vegas de sus márgenes. Las laderas de este espectacular valle han albergado a través de los siglos diferentes culturas, testimonio de las cuales son los dólmenes que forman parte del Parque Megalítico de Gorafe, la mayor concentración de túmulos prehistóricos de la Península Ibérica. Con 240 dólmenes, abarcan desde el Neolítico Final al Calcolítico Pleno, diseminados en 10 necrópolis. Las poblaciones que se asentaron aquí formaban una sociedad compleja, jerarquizada, y con una economía de tipo agropastoril.
Nuestro recorrido prosigue por la parte más espectacular de la Acequia del Toril. Caminamos por un sendero que atraviesa el muro de la Acequia del Toril a la izquierda y otra acequia más baja a nuestra derecha. Contemplamos un doble arco que corresponde a cada uno de los acueductos, el primero más ancho y el segundo, una hendidura estrecha. Llegamos a un chorro de agua que sale de la Acequia y nos dejamos llevar por la belleza impresionante de la cascada de agua que brota de sus entrañas. Finalmente, contemplamos la línea serpenteante de la Acequia, con el pico de la Serreta, al fondo.