JOSÉ ÁNGEL MARINA GIL
Nos encontramos ante una de las fortalezas más emblemáticas de Al-Andalus y la más antigua de Europa: el castillo de Burgalimar, en la localidad giennense de Baños de la Encina.
El castillo de Burgalimar es una fortaleza omeya, construida en el siglo X sobre un cerro que domina la localidad de Baños de la Encina, al norte de la provincia de Jaén. Rodeado y flanqueado por una robusta y almenada muralla con 14 torres, más una 15ª torre del homenaje, de factura cristiana, el castillo apenas ha sufrido daños.
Representa el ejemplo perfecto de fortaleza musulmana del siglo X, y constituye el conjunto fortificado mejor preservado de la época del Califato de Córdoba, al mismo tiempo que es uno de los castillos musulmanes mejor conservados de toda la Península Ibérica. Su inestimable valor histórico y artístico le llevó a ser declarado como Monumento Nacional en 1931.
De apariencia sobria, se presenta bajo la forma de un perímetro ovalado (100 m en su eje mayor y 46 m en su eje menor, con una superficie total de 2700 m²), punteado de 14 torres cuadrangulares de estilo califal y de igual altura sobrepasando apenas la muralla, la cual llega a alcanzar en algunos tramos 10 m de altura. El conjunto de estas 14 torres, severas y próximas entre sí, le confieren el carácter defensivo del castillo. Una torre adicional, la torre del homenaje, sería edificada en el siglo XV, y constituye en realidad una modificación cristiana de una de las torres originales.
Nos encontramos ante la Torre del Homenaje, de planta pentagonal y de forma semicilíndrica al exterior, está construida con mampostería irregular de piedra. Esta imponente torre, que resalta sobre las otras por sus dimensiones, no es característica de la arquitectura musulmana hispánica, sino que responde a cánones arquitectónicos cristianos. La torre del homenaje representa el poder de su ocupante. Así, su posición lo demuestra, pues no se dirige hacia el paisaje, sino hacia el pueblo, revelando por tanto su utilización simbólica, fiel a la costumbre feudal.
Las murallas rodean el patio de armas, cuyo imponente aspecto delimita todo el recinto fortificado. El material de construcción es tapial, similar al adobe, que está hecha a base de arcilla, arena, cal y piedras crudas muy menudas, colocados en cajas con la que se confeccionan los ladrillos que finalmente irán superpuestos unos sobre otros. La cal garantiza la robustez del edificio. Esta técnica responde a la necesidad básica de levantar con rapidez las fortificaciones, y explica el color específico del recinto, que oscila entre el pardo y el rojo.
Desde 1969 tiene el privilegio de ondear en su torre del homenaje la bandera azul coronada de estrellas del Consejo de Europa, privilegio que le otorgó la Comunidad Europea con motivo de la celebración del milenio de la construcción del castillo. Solo dos castillos europeos poseen este honor, el del Baños de la Encina y el de Florencia, en Nápoles.
En el patio de armas se halla un aljibe cubierto por una bóveda de medio cañón, y que está dividido en 2 naves separadas.
Estamos en el interior de una de las torres del castillo, las cuales aunque están huecas se piensa que originariamente eran macizas, siendo en época cristiana cuando se les abrieron los huecos. Albergaban 3 habitaciones superpuestas, que estaban separadas entre sí por forjados de madera, hoy desaparecidos. Para cerrar superiormente las torres y sostener las terrazas, a las que se subían mediante escalas, hay bóvedas de cañón hechas de ladrillo.
Históricamente Baños de la Encina ya tenía ocupación humana desde la Edad del Bronce, como se desprende de los restos de un asentamiento con una muralla de la cultura argárica que aparece en primer término en el interior del castillo. Incluso, en época romana hay restos de un mausoleo o monumento religioso.
Durante la Guerra de la Independencia el castillo sufrió las consecuencias de su ocupación, y desde entonces hasta 1828 el patio del castillo serviría de cementerio parroquial.
En el costado oriental del castillo se abre una poterna o puerta menor que da acceso al extremo de esta rampa por la que se accede al castillo. Se observan los mechinales, o pequeños agujeros, que se insertaban para colocar los tapiales de adobe entre ellos.