EL SACROMONTE. MISTERIO Y ARTE

JOSÉ ÁNGEL MARINA GIL

Vista de Granada desde el Mirador de San Miguel Alto. A la izquierda, la Alhambra.

Hágase la Luz, amigos y amigas. Hoy vamos a empezar una singladura a través de la Granada Mágica, que nos que mostrará la idiosincrasia de esta maravillosa tierra, bendecida por un aura de misterio que la envuelve bajo los arcanos inescrutables del velo de la inefable sacralidad.

La ciudad nazarí, tierra del duende, concentra un numen, una fuente de inspiración para los artistas que la hace única en el mundo. La Granada orientalizante retratada por los viajeros y escritores románticos del siglo XIX  mantiene ese embrujo que la hace tan especial.

En La Granada Mágica aparecerán los rincones más bellos, más recónditos y más antiguos de Granada. Así, por ejemplo, tendrán cabida desde las estancias de algunos de los cármenes más singulares hasta los barrios más pintorescos, sin dejar de lado yacimientos arqueológicos emblemáticos.

Más allá del horizonte que separa el cielo y la tierra siempre estará la eterna, la inmortal Granada, cuyos sueños imborrables perdurarán en la memoria.

Si hay un lugar que encarna como ninguno la idiosincrasia de la ciudad del Darro, ese es sin duda el Sacromonte.

La Alhambra y Granada, desde el Sacromonte

Su nombre podría provenir de «monte sagrado», de donde se desprende su carácter sacro, constatado desde época nazarí, puesto que al menos en una parte de su amplio territorio hubo una rauda, es decir, un cementerio islámico, allá por el siglo XIV. Aquel cementerio se extendía desde la actual Ermita de San Miguel Alto y la Cruz de la Rauda, en lo más alto del Albaicín, y se prolonga casi hasta las cercanías de la Fuente de la Amapola.

No obstante, el origen del término proviene probablemente de la tradición católica de crear «montes sagrados» en los lugares en los que se descubrían restos o reliquias de santos, o donde se produjera algún hecho que pudiera ser considerado como milagroso; una tradición que surgió en Italia en los denominados Monti Sacri.

Su primer nombre fue Valparaíso, hasta que en el siglo XVI se hicieron unos interesantes hallazgos. Se encontraron una serie de textos, libros y reliquias y también los denominados «Libros Plúmbeos», una serie de placas de plomo que fueron redactadas en árabe, las cuales verificaron que en aquella zona fueron martirizados diversos cristianos evangelizadores como San Cecilio, patrón de Granada. Esto supuso un gran revuelo, hasta tal punto que el Papa Inocencio XI desmintió que fueran auténticos.

Los orígenes del Sacromonte se remontan a finales del siglo XV, cuando tras la Reconquista de Granada emprendida por los Reyes Católicos fueron muchos los nobles árabes que emprendieron el camino del exilio hacia tierras africanas. Llevaban en el corazón a la ciudad de sus padres y a la de sus abuelos, la que les vio nacer a ellos y a sus hijos, a la que algún día esperaban volver.

Camino del Sacromonte. Casas y, al fondo, la Alhambra.

Temerosos estos de que en su trayecto hacia los puertos de Almería o Almuñécar ‒donde se embarcaban‒ les robaran su fortuna los salteadores de caminos ‒grupos de soldados renegados de los ejércitos cristianos‒, escondieron grandes tesoros entre los olivos que un día poblaron este monte.

Acontecieron paralelamente a estos hechos otros, en los que se dio libertad a muchos esclavos de estas familias de nobles árabes, pues les resultaba muy costoso realizar su peregrinaje con un gran éxito. Muchos de estos esclavos ‒que eran de raza negra‒ conocedores de las idas y venidas de sus señores al monte de Valparaíso, de los miedos y pensamientos de estos, escuchados en más de una conversación entre ellos, organizaban sus estratagemas. Recuperada su libertad y sin oficio ni pertenencias, decidieron subir al monte y recuperar para sí los tesoros de los que antaño fueron sus señores.

Ermita y Cruz del Santo Sepulcro. Sacromonte

Excavaron y excavaron en las laderas de este barranco sin éxito conocido, y extenuados por el esfuerzo y sin otro lugar donde cobijarse, lo hicieron en estos huecos, que posteriormente acondicionaron dando lugar a las cuevas donde hoy nos encontramos y que convirtieron en sus hogares. De ahí proviene el nombre de «Barranco de los Negros», al ser sus primeros moradores de esta raza.

Posteriormente, y ya mezclados con los moradores de etnia gitana, realizaron más de un sortilegio en busca del lugar exacto donde estuvieran escondidos los tesoros.

Según la tradición, las cuevas del Sacromonte fueron construidas y habitadas por los musulmanes tras la Reconquista de Granada por los Reyes Católicos. Más tarde, algunos moriscos aislados pero sobre todo unos recién llegados ‒los gitanos‒ las utilizaron como vivienda o refugio temporal. También muchos peregrinos de la Abadía se cobijaron ocasionalmente en estos nichos. Sin embargo, desde el siglo XVIII sus moradores habituales, y los que mayormente han contribuido a dar fama internacional a las cuevas, han sido los gitanos.

Casa en el camino del Sacromonte

Muestra de la magia que encierra el Sacromonte se puede ejemplificar en esta foto de finales del siglo XIX. En ella aparece un grupo de mujeres rezando frente a una de las muchas cruces que jalonaban el Monte Sacro.

El atuendo con el que van vestidas, con mantilla y todas de negro, y la actitud oferente con la que rezan denotan que el atavismo de la España profunda era algo omnipresente en esa época.

La estampa parece sacada de un cuadro de Zuloaga. La imagen refleja la crónica de la época, particularmente de una Granada anclada en el casticismo en la que el «Rey de los gitanos» y «Señor de los bosques de la Alhambra», el patriarca gitano Chorrojumo, tenía gran predicamento entre los turistas ávidos de conocer historias sobre la Alhambra.

Grupo de mujeres rezando frente a una cruz en el Sacromonte. Foto de finales del siglo XIX

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